Salen del laboratorio
Con plásticos biodegradables, quiere meterse en la impresión 3D
Biotecnológica de Rosario, innovadora en la producción de un biopolímero, trabaja en nuevos desarrollos para proveer a la industria
Por: Eugenia Langone mail
Nacida con el objetivo de agregar valor a los subproductos del agro y a 13 años de dar sus primeros pasos, la biotecnológica rosarina Inmet (Ingeniería Metabólica SA), que produce plástico PHB 100% biodegradable y compostable a partir del uso de bacterias genéticamente modificadas, sigue creciendo. El proceso de transformación que comenzó utilizando la glicerina cruda residual de la industria del biodiesel en la región, ahora sumó a los residuos de la producción de alcohol y azúcar mediante una alianza con la compañía azucarera Ledesma.
“Si bien todavía no tenemos productos en el mercado estamos muy cerca de poder producir filamentos de impresión 3D que podrían tener muy buena recepción”, afirma Leandro Nakamatsu biotecnólogo y director de Tecnología (CTO) de la firma que se gestó con el impulso de los investigadores de Conicet Gustavo Shujman, actual gerente de la unidad de negocios de la firma, y Diego de Mendoza, y tuvo inicialmente como aliados estratégicos a Bioceres, al fondo SF500 y ahora a Ledesma.
Si algo sobra en la región del Gran Rosario es la glicerina cruda, un residuo de la producción de biodiesel a base de aceite de soja. “Cada 10 toneladas de biodiesel, queda una de glicerina cruda y si se tiene en cuenta que la zona tiene una capacidad instalada de 3 millones de toneladas al año, podemos tener 300 mil toneladas de ese producto, que además tiene un bajísimo costo”, detalla Nakamatsu sobre esa materia prima que en los laboratorios transformaron en un biopolímero obtenido a partir del uso de bacterias genéticamente modificadas que, como una biofábrica, se encargan de transformar el material.

Se trata de un proceso que permite metabolizar los desechos de las industrias, transformándolos en un producto con propiedades similares al plástico pero biodegradable y mediante un proceso amigable con el ambiente ya que no involucra solventes como el cloroformo y el alcohol.
Para el CTO de la firma, la clave está “en el problema que estos biopolímeros vienen a resolver” en referencia a la contaminación de plásticos que, según plantea, tiene un gran impacto. Por caso cita que 400 millones de toneladas se producen al año a nivel mundial y el reciclado de apenas el 9% de esa producción.
“El primer problema para el reciclado es que hay que separar por tipos de polímeros porque no todos tienen las mismas propiedades, no todos se pueden reciclar e incluso los reciclados no alcanzan las mismas propiedades y se degradan”, explica.
Sin embargo, ese no es el único problema para entrar al mercado con un producto 100% biodegradable y compostable como el que se produce en Inmet. “Otro de los grandes problemas es que la industria petroquímica se hizo muy eficiente y muy barata, con lo cual hace productos cada vez a menor costo y piensa crecer a partir de la producción de plásticos ante la caída de la industria de los combustibles”, explica.
De hecho, si bien en Inmet aún producen a escala piloto, Nakamatsu señala que si tuvieran que hacerlo a escala industrial aún estarían con costos que duplican o triplican a los de las petroquímicas.
“Tenemos proyecciones de acercamiento, pero es difícil competir”, dice, antes de señalar que para afrontar ese desequilibrio son necesarias “políticas públicas de incentivo” a la producción sustentable.
Una biofábrica
Lo cierto es que el PHB con el que trabaja Imet tiene características parecidas a lo que en el mercado del plástico se vende como polipropileno (PP). Tiene una alta versatilidad y múltiples aplicaciones, que van desde utensilios, bandejas hasta insumos para la agroindustria.
De esta manera, ya se desarrollan pruebas para la producción de filamentos de impresión 3D compostables e incluso proyectan también la producción de envases por soplado, adelanta Nakamatsu, un proceso sobre el que están trabajando para alcanzar los requisitos que demanda la industria.
Prestar servicios
En paralelo al desarrollo de los biomateriales, la firma armó otra unidad de negocios a partir de la cual crearon cinco plataformas tecnológicas para prestar servicios a otras empresas. La primera es la de biología sintética, donde se modifican los microorganismos con los que trabajan y los van optimizando.

Otra, y donde hicieron marcados avances, es la de fermentación, donde se cultivan los microorganismos a modificar.
En ese marco, además de los fermentados que se realizan en laboratorio montaron en la sede Rosario de la Universidad Católica Argentina (UCA) una planta planta de fermentación de una tonelada, lo que le permite trabajar y brindar servicios a terceros a “otra escala”, señala Nakamatsu.
A esas dos plataformas, se suman la llamada metabólica donde se monitorea la actividad de los microorganismos, como la cuantificación de la producción de bioplástico, y una última denominada de “escalado y purificación”.
Con un equipo de 14 personas, además de su producción, Inmet busca brindar servicios a terceros, fundamentalmente a firmas que “buscan medir compuestos, modificar bacterias u optimizar recursos, muchas de las cuales no tienen laboratorios o bien están limitados en su capacidad de trabajo”, detalla el CTO.
Desde la compañía, nacida desde el trabajo que se lleva adelante en los laboratorios de Conicet y que cuenta entre sus recursos humanos a cuatro Doctores en Ciencias Biológicas graduados en la universidad pública, Nakamatsu señala la “complejidad” del escenario actual del sistema de ciencia y técnica, y el proceso de desfinanciamiento del gobierno nacional.
El director no sólo calificó la situación como “muy grave”, sino que además apunta que a que empresas como el caso de Inmet “se nutren de ese recurso humano, que es de muy alto conocimiento y que, a lo largo de estos años, siempre aportó recursos humanos expertos en proteínas, en fermentación y en las especialidades que se fueron requiriendo”.