Tecnologías
09.04.2025

Ciencia aplicada

Capturan carbono con algas y lo transforman en alimentos y vacunas

Son una startup biotech que se posicionó ganando premios internacionales desarrollando soluciones sostenibles para la industria con espirulina. Buscan socios para escalar

Por: Florencia Boeri mail

BioSpi es una startup argentina que busca aplicar biotecnología para transformar dióxido de carbono en bioactivos esenciales de alto valor, aprovechando el potencial de las microalgas.

Sus fundadores, Jeremias Conrero (27) y Uriel Miralles (25), se conocieron a fines de 2021 en un evento de emprendedores. En ese entonces Miralles ya había empezado a investigar sobre cultivo de microalgas y Conrero estudiaba automatización, y decidieron unificar sus saberes.

Ambos tenían la idea de encarar un proyecto con foco en la biotecnología y perspectiva ambiental. “¿Cómo hago para utilizar una gran cantidad de dióxido de carbono y transformarlo en un producto útil? En esa búsqueda encontré la espirulina”, relata Miralles, quien estudia Biotecnología en la Universidad Nacional de San Luis.

A poco más del año de conocerse, la dupla llegó al Mundial de Biología Sintética, en el que seleccionan los cinco mejores proyectos de América, Europa y Asia para ir a una final en París. Fueron nominados como la mejor startup de Biomanufactory y Software y lograron el segundo lugar en la final. Desde ahí el despegue.

Uriel Miralles y Jeremias Conrero se conocieron a fines de 2021 en un evento de emprendedores.

A principios del 2024 estuvieron en el IB50 del Balseiro, donde ganaron una beca para ir al SF 500 en Rosario. Allí conocieron a Alejandro Palavecino, licenciado en Biotecnología y doctor en Biología Molecular, quién se unió al equipo para ser director en ciencia.

Actualmente buscan generar una alianza con laboratorio de biología molecular básico o de microbiología para poder escalar. “Es la instancia que necesitamos para demostrar que BioSpi puede producir un bioactivo de alto valor”, expresa Conrero.

El proyecto que les habilitó viajar a Francia fue el de una vacuna oral para animales, y otro potencial producto que diseñaron es insulina humana para consumir de forma oral, sin que tenga que inyectarse. “Todos esos productos necesitan de la validación de la tecnología, que es lo que buscamos nosotros”.

Su objetivo es terminar el año con una espirulina reconominante que produzca alguno de estos bioactivos que vienen investigando. Para ello buscan lograr un codesarrollo con otra empresa, inversores, o asociarse con un laboratorio público o privado. 

Miralles explica que la idea no es “casarse” con un único producto, sino usar esta microalga para hacer una plataforma que dependiendo la necesidad que se encuentre, se modifique genéticamente la microalga para que produzca un bioactivo específico. “Estamos analizando el mercado y viendo con qué bioactivo o bioproducto empezar y tratando de hacer conexiones para empezar las pruebas de concepto en el laboratorio”, explica Conrero.

El modelo de negocios de BioSpi es de biotecnología service. Esto significa que si una empresa necesita producir un bioactivo, ellos lo producen, escalan y eficientizan el proceso utilizando la espirulina como biofábrica, para que produzca el bioactivo deseado. “No apuntamos a ser una empresa que produce a gran escala y vende, sino a producir tecnología y licenciar”, aclaran.

Para darle forma a BioSpi sus fundadores participaron de distintos procesos de aceleración. Uno fue el launchpad de la Agencia de Innovación de la Unión Europea, donde entendieron la importancia de darle la forma de Start Up al proyecto. Otros fueron el booster de la aceleradora Embarca de Mendoza y el programa Escalar Impacto de la Fundación Mayma, donde armaron la planificación y proyección financiera.

¿Por qué la espirulina?

Miralles explica que en la producción de vacunas, suplementos alimenticios o medicamentos, uno de los principales costos está en la fuente de carbono. Ese carbono suele venir del azúcar (glucosa) y se cultiva en grandes extensiones de tierra para alimentar bacterias o levaduras que fabrican el producto final. Todo ese proceso, desde la agricultura hasta el laboratorio, tiene una gran huella de carbono.

La espirulina es "un alga que no está tan investigada en relación a bacterias o levaduras", dijeron los investigadores.

BioSpi propone en lugar de usar glucosa, usar dióxido de carbono directamente del aire, y eso lo logran mediante la espirulina. Al ser fotosintética, es decir que se alimenta de carbono y luz solar, les permite eliminar toda la cadena agrícola e industrial previa, reduciendo costos y, sobre todo, emisiones. 

A diferencia de las bacterias y células que se usan habitualmente, que consumen oxígeno y liberan carbono, la espirulina hace lo contrario: absorbe dióxido de carbono y libera oxígeno, por lo que hasta podría ayudar a reducir emisiones.

Otro beneficio tiene que ver con la eficiencia energética. Las bacterias necesitan condiciones controladas, como temperaturas específicas y nutrientes complejos, mientras que la espirulina solo necesita sol y carbono para crecer y producir los compuestos necesarios.

Pero si la espirulina es tan beneficiosa ¿por qué no está instalada en la industria científica? El emprendedor explica que el alga no está tan investigada en relación a las bacterias o las levaduras. “La Ercoli lleva casi 100 años de conocimiento molecular y las levaduras como 70, mientras que la espirulina lleva 20 años como mucho. El desafío científico de BioSpi está en saber cómo ingenierizar las espirulinas”, sintetiza.
 

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