Políticas
20.10.2025

Voces autorizadas

Las regulaciones verdes: ¿oportunidad o freno para el desarrollo?

En un webinar organizado por Fundar y Cepal especialistas plantearon que la región debe elegir su propio modelo basado en la bioeconomía en lugar de seguir exigencias externas

 

 

Por: Agustina Roldán mail

“La bioeconomía es el motor de la industrialización verde en América latina y Argentina”. En ese concepto coincidieron especialistas en comercio internacional, aunque fueron enfáticos en la necesidad de que la región no siga los parámetros que imponen los mercados externos, aproveche sus ventajas y arme su propio modelo de bioeconomía, trazabilidad y sostenibilidad, apoyado en ciencia, tecnología y cooperación regional.

Las nuevas regulaciones ambientales trazadas por la Unión Europea se ven a primera vista como trabas para competir en el mercado externo, pero también pueden convertirse en oportunidad para que los países exportadores revisen sus estrategias. Es decir, América latina, con su peso agroalimentario y su biodiversidad, tiene todas las herramientas para diversificar su matriz exportadora e insertarse en cadenas de valor más sostenibles.

“Las regulaciones verdes nos marcan la cancha, pero no deberíamos asumir una función reactiva. Tenemos que ser propositivos y construir nuestro modelo desde nuestras ventajas comparativas”, afirmó Hugo Chavarría, gerente de Bioeconomía e Innovación del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), quien junto a Josefina Vecino Beauge, coordinadora de la plataforma Visec; y Adrián Rodríguez, jefe de la Unidad de Desarrollo Agrícola de la Cepal, analizaron el rol que cumple la región ante el nuevo mapa de regulaciones en el webinar: "Comercio y ambiente: nuevas regulaciones como oportunidades de desarrollo", en el marco del ciclo “Apretar el botón verde ya: Hablemos de transiciones verdes”, organizado por Fundar y Cepal.

Para Chavarría, la bioeconomía es el camino más estratégico para avanzar en un mundo donde las reglas del comercio internacional fueron mutando e incorporando pautas de sostenibilidad. Se trata de esa nueva frontera de ciencia, tecnología e innovación que combina avances en biología sintética, edición genómica, inteligencia artificial, robótica y química verde.

“La ciencia y la tecnología nos permiten aprovechar la biomasa para generar nuevos bioservicios de alto valor agregado. Podemos generar cosméticos, bioenergías, superalimentos, bioquímicos, sustitutos de materiales. Pero esas cadenas hay que construirlas en los territorios, con infraestructura, logística y capacidades locales”, subrayó Chavarría.

La bioeconomía, entonces, impulsa un modelo de desarrollo más competitivo, inclusivo y sostenible. Se convierte en el motor hacia una industrialización verde en la región. Así, permite a los países exportadores insertarse en mercados que crecen a tasas superiores a las de la agricultura tradicional.

“La bioeconomía puede convertir las regulaciones en oportunidades, pero no cualquier bioeconomía: debe ser sostenible, medible y apoyada en instituciones fuertes. Necesitamos indicadores sólidos y políticas que acompañen la transición”, afirmó Rodríguez. 

Los dilemas de la transición

Las regulaciones ambientales pueden ser catalizadores de innovación si se acompañan con políticas públicas coherentes, disminución de brechas de talento y financiamiento para monetizar atributos verdes. Pero la ausencia de incentivos claros puede significar una importante traba para afrontar la transición.  

Argentina busca valorizar las buenas prácticas agrícolas frente a los mercados externos.​​​​​​

“Hoy hay más palos que zanahorias: prevalecen las medidas obligatorias para acceder a los mercados, pero escasean los estímulos que premien la producción sustentable. Hoy vemos que en la práctica los cambios se hacen porque son mandatorios, porque un Estado lo impone o porque el mercado te deja afuera, más que porque los actores encuentren un atractivo económico o social en transformar sus modelos productivos”, señaló Vecino Beauge. 

La EUDR y el riesgo de quedar rezagados

Un capítulo importante de la conversación entre los especialistas fue la EUDR (ley de deforestación de la UE) y la clasificación de riesgo aplicada por la Unión Europea, que ubicó a Argentina en el rango “medio”, lo que generó fuertes críticas.

“Discutimos y refutamos esa metodología porque creemos que tiene errores serios y está atravesada por componentes políticos más que técnicos. El problema es que si no nos presentamos como bloque regional, con consensos y posiciones comunes, perdemos capacidad de incidencia”, explicó Vecino Beauge.

Para la especialista, el desafío pasa por sentarse a la mesa “con cohesión y credibilidad” y defender las normativas propias, sin resignar soberanía. Aun así, planteó que todavía existe una ventana de valorización y diferenciación para mostrar al mundo lo que América latina ya hace en materia de sostenibilidad.

La trazabilidad y la transparencia son hoy activos estratégicos. Los laboratorios, certificadoras y sistemas de metrología son piezas críticas para acreditar sostenibilidad, y en muchos casos existen capacidades instaladas en la región que están subutilizadas o desactualizadas. Si bien la región ya aplica buenas prácticas —como la siembra directa o la rotación de cultivos—, deberían comunicarse mejor en mercados donde los consumidores demandan productos sostenibles. “Sin datos confiables y verificables, la credibilidad internacional se pierde”, advirtió Vecino Beauge. 

En definitiva, América latina tiene recursos únicos para posicionarse en cadenas de valor sostenibles, pero el riesgo es quedarse en el discurso. Sin métricas verificables, sin financiamiento para innovación y sin coordinación regional, la oportunidad puede diluirse. Como sintetizó Chavarría: “Si no logramos demostrar con datos que lo que hacemos es sostenible, nos quedamos en el discurso”.
 

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