Campo
14.11.2025

En territorio cordobés

Bioinsumos: una experiencia real de cómo ayudan a recuperar periurbanos

En un municipio de Córdoba, un grupo de profesionales y productores, cambiaron la forma de hacer agricultura en franjas periurbanas con biológicos. ¿Cómo funciona?

Por: Florencia Boeri mail

En Camilo Aldao, un municipio del sureste de la provincia de Córdoba, se viene llevando adelante una experiencia agronómica que combina los principales pilares de la sustentabilidad como son el cuidado del ambiente y de las personas: el manejo de cultivos en periurbanos con productos biológicos o bioinsumos.

Carolina Torri, ingeniera agrónoma, docente y asesora, es una de las protagonistas – junto a otros profesionales y colegas como Alejandra Masino – de esta práctica que comenzó a menor escala y hoy se convirtió en un modelo posible de convivencia entre el campo y la ciudad.

Lo que arrancó con un grupo de profesionales brindando capacitaciones a productores locales sobre el uso correcto de fitosanitarios, hoy se transformó en ensayos experimentales de insumos de base biológica (bioinsumos) que vinculan al periurbano de Camilo Aldao, el Inta de Corral de Bustos, la Cámara Argentina de Bioinsumos (Cabio) y el Ministerio de Bioagroindustria de la provincia de Córdoba.

“Realizamos ensayos en alfalfa, cultivo de trigo y maíz y vamos a sembrar ensayos en soja para probar que los bioinsumos pueden ser una herramienta en nuestros sistemas productivos que disminuyen el uso de fitosanitarios”, comentó la ingeniera en diálogo con Ecobiz.

La intención es “complementar el uso de los fitosanitarios en esas áreas y no eliminarlos”, aclaró Torri. “No lo queremos eliminar sino generar un uso más eficiente y además, probar y demostrar a otros municipios con ordenanzas mucho más restrictivas que los bioinsumos pueden ser una herramienta”, explicó.

En la zona núcleo productiva de la Argentina, la tensión entre la actividad agrícola y las localidades cercanas a los campos se fue agudizando por el impacto de los fitosanitarios sobre la salud humana.

Frente a eso, muchas localidades legislaron sobre el uso de los periurbanos, por la presión social de las comunidades. Sin embargo, no hubo un conjunto de normas comunes, lo que generó diferencias entre los distintos productores agrícolas a la hora de encarar el tema.

Torri (con boina) junto a su colega Alejandra Masino, acompañadas por Joaquin Fidalgo y Ramiro Gomeza (Cabio y FFO). 

En ese punto, la incorporación de los bioinsumos permite saldar en parte estas diferencias. Además, ayuda a potenciar la acción de los insumos tradicionales si se los combina, reduciendo costos de producción.

Torri explicó, que por ejemplo, en los inoculantes en soja, un bioinsumo mejora la performance del cultivo gracias a una simbiosis con una bacteria en la raíz de la planta. “Las leguminosas fijan el nitrógeno del aire y lo ponen a disposición de la planta, mientras la bacteria se alimenta de ella”, explicó. De esa manera “se reduce la aplicación de insumos de síntesis química porque lo está fijando del aire, y al reducirlo, también es un beneficio en el costo de producción”, agregó.

En resumen, la complementación de ambos elementos mejora la performance de los cultivos, el comportamiento frente a plagas y enfermedades, lo que implica menor uso de insecticidas. También optimiza el comportamiento ante estrés hídrico y el aprovechamiento de los nutrientes del suelo.

Torri explicó que parte de los ensayos realizados en Camilo Aldao fueron hechos con drones para probar la eficiencia de aplicación con estos equipos. Hay una legislación que está en proceso de aprobarse en este sentido que optimiza aún más el proceso y evita la deriva.

Para seguir sumando datos que avalen estas prácticas, los investigadores están armando una red de biológicos para hacer análisis de laboratorio sobre lo que pasa en la rizosfera (la zona de las raíces) ya que hay mucha actividad de microorganismos que viven allí que se utilizan en estos productos y en su formulación. “Intentamos conocer que respuesta hay en la rizosfera y qué pasa con la producción de biomasa”, agregó.

La experiencia paso a paso

La experiencia en Camilo Aldao se remonta a varios años atrás, cuando desde 2017 la provincia de Córdoba sancionó una ley Agroforestal (N° 10.467) que obliga a los productores a declarar la cantidad de árboles en sus campos y a cumplir con un porcentaje mínimo de cobertura vegetal, determinado según las características de cada cuenca hídrica. 

El cumplimiento de la norma abrió otros interrogantes vinculados a cómo compatibilizar las exigencias ambientales con la dinámica productiva y con la cercanía de las zonas urbanas.

A partir de 2020, el gobierno provincial lanzó un Programa de Integración con la Comunidad, que invitaba a los municipios a promover espacios verdes junto a los productores locales. El objetivo era múltiple: incentivar la plantación de árboles, acercar la ley agroforestal al territorio y reducir tensiones en los bordes entre el ejido urbano y las áreas productivas. 

La experiencia en Camilo Aldao se realizó acompañando las prácticas de los productores.

En ese marco, el grupo técnico comenzó a trabajar en Corral de Bustos y luego en Camilo Aldao, donde se plantaron las primeras cortinas de algarrobos en la zona periurbana. “Empezamos a ver que muchas localidades cercanas tenían ordenanzas restrictivas que surgían a partir de conflictos por las aplicaciones de fitosanitarios”, recordó Torri, planteando que las medidas buscaban proteger a la población pero en la práctica dejaban zonas improductivas que terminaban convertidas en microbasurales o focos de plagas.

Frente a eso, el grupo de profesionales se propuso buscar soluciones conjuntas con los productores para integrar las preocupaciones ambientales con la necesidad de seguir produciendo. Así, armaron un proyecto de ordenanza que se aprobó en octubre de 2021, alineada con la ley provincial que establece zonas diferenciadas para la aplicación de productos fitosanitarios según su banda toxicológica (verde, azul, amarilla y roja), que arrancan en los primeros 500 metros. 

“En el marco de esa ley, nuestra ordenanza creó franjas de resguardo ambiental”, contó la ingeniera agrónoma. Estas funcionan como espacios de transición entre el campo y la ciudad, donde no se permite el uso de productos químicos, salvo los autorizados en agricultura orgánica, y los productores pueden optar por sembrar pasturas, instalar cortinas de árboles o combinar ambas prácticas.

Dialogaron con cada productor lindero al área urbana para definir cómo adecuar el corredor a su manejo y a su plan forestal y así conformaron cortinas de una a cuatro hileras de árboles, combinadas con pasturas o cultivos de bajo impacto, según las características de cada establecimiento.

La ordenanza exige que las aplicaciones sean registradas en el municipio y supervisadas por personal de fiscalización, lo que aporta transparencia y confianza sobre el uso de agroquímicos.

El proyecto se complementa con el manejo responsable de envases vacíos y la articulación con la Dirección General de Fiscalización y Control del Ministerio de Industria, que permitió instalar un sitio de acopio transitorio y realizar jornadas itinerantes de recolección.

“Lo que nosotros buscamos es hacer una experiencia local”, destacó Torri, y explicó que diseñaron el programa con la experiencia real del productor, en contraposición al manejo de empresas que desarrollan productos en microparcelas en condiciones controladas y que luego en campo los resultados distan mucho de la realidad. 

“Hacemos un análisis estadístico que corresponda a la evaluación de masa o de rendimiento, con el respaldo de Inta del lugar, pero seguimos la metodología del trabajo del productor y buscamos no interferir en sus prácticas”, sintetizó.
 

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