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10.09.2024

Premio Bunge y Born

El mar es un sistema frágil al que hay que conocer y usar con cuidado

Alberto Piola es experto en oceanografía física, investiga hace 50 años océanos y corrientes marinas. Este lunes 9 de septiembre fue premiado por su trabajo y poco antes de eso dialogó con Ecobiz

Por: Eugenia Langone mail

Alberto Piola está a punto de cumplir 50 años investigando los océanos y las corrientes marinas. Calcula que hasta lo que va del siglo XXI, y en el tiempo que pasó desde la Revolución Industrial, esas masas de agua que conforman nada menos que el 70 por ciento del planeta, lograron absorber “más o menos un 30% del dióxido de carbono que produjo la actividad humana”. Cuánto más podrá hacerlo es la pregunta clave, teniendo en cuenta que los océanos son el mayor reservorio de calor del sistema climático.

Experto en oceanografía física y miembro desde hace más de 20 años del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Piola recibió este mes el Premio Fundación Bunge y Born para Especialistas en Ciencias del Mar y la Atmósfera, una oportunidad que aprovechó para advertir que “hay consecuencias que ya no podremos evitar, como el calor que el mar ya tiene o el aumento del nivel del mar, pero sí es necesario que sepamos y tomemos conciencia de que estamos ante un sistema frágil”. 

Horas antes de recibir la distinción que la fundación le entregó en la Sala Argentina del CCK, en Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba), Piola conversó con Ecobiz sobre sus décadas de trayectoria, el poco desarrollo de la oceanografía en la Argentina y fundamentalmente sobre el futuro de los océanos y de los recursos que allí se alojan, en el marco del proceso de cambio climático y de los modelos de producción en discusión a nivel planetario. 

“El mar es el 70 por ciento de la Tierra, nuestro clima y nuestro futuro como sociedad a largo plazo, dependerá críticamente de que podamos usar el mar de modo sustentable y conocer lo importante que es cuidarlo -afirmó-. Extraer petróleo o gas de los mares, o hacer minería oceánica deberá ser una opción sólo con extremo cuidado y será mejor no hacerlo si no podemos garantizar que eso no traerá consecuencias nocivas”, dijo.

- ¿Por qué, pese a ser necesaria, la oceanografía fue una ciencia poco desarrollada, cuando además los mares argentinos representan una cuenca inconmensurable de recursos naturales y económicos? 

- Hay un conjunto de factores. Primero los jóvenes se ven atraídos por disciplinas más tradicionales y el Estado no ha sabido fomentarlas de manera productiva para atraer profesionales. Muchos, incluso formados en Argentina, se van a otros países como Francia, Canadá o Estados Unidos que tienen políticas más atractivas, donde las inversiones son más grandes y donde las comunidades científicas son más numerosas y el intercambio y las posibilidades de progresar son mayores. 

Uno de los puntos por los cuales se lo distingue es el de haber generado a lo largo de su carrera una “masa crítica”, nada menos que la formación de recursos humanos en todo el país. ¿Cómo mira retrospectivamente su propio camino y el de la disciplina?

- Cuando empecé, en 1975, la oceanografía estaba limitada a las observaciones, y el desarrollo científico era inexistente. Desde entonces hubo un crecimiento en mi disciplina específica que es la oceanografía física, pero es menor al deseado. Tiene un desarrollo aceptable, aunque somos poquitos. Hay otras como la oceanografía química, por ejemplo, que está menos poblada todavía pese a que es de enorme relevancia. Son múltiples las razones de la importancia de contar con una ciencia sólida del mar. Algunas son estrictamente científicas y tienen que ver con los servicios que el mar brinda a la sociedad, pero a su vez, el mar es proveedor de alimentos y de recursos como la minería oceánica y los hidrocarburos, es regulador del clima y, por supuesto, esos son factores importantes tanto desde el punto de vista económico como geopolítico para ejercer la soberanía en todo el territorio. 

- A los ecosistemas marinos los miramos poco. Usted generó los primeros datos sobre el calentamiento de las aguas, ¿cuál es la importancia de contar con información certera y sostenida en el tiempo?

- Yo estudio las corrientes y el modo en que modifican el ambiente. También las variaciones de las propiedades del agua y qué factores impactan y las producen. La temperatura superficial del agua aumenta y la tasa de aumento es muy heterogénea, hay regiones donde esto es más intenso, otras donde es más lento, y otras donde se enfría. Eso da la pauta de la complejidad del sistema y se evidencia en los datos que tenemos de satélites. Ahora, contar con observaciones sub superficiales significa otro esfuerzo y, volviendo al problema de la perspectiva del país, si no las hacemos nosotros no las hará nadie porque es nuestro territorio. Argentina necesita desesperadamente conocer cómo cambia el océano sub superficial y no es curiosidad, sino que eso le va a permitir entenderlo y elaborar modelos para los cambios a futuro. Eso impacta en el clima, en los recursos y en el turismo, porque los cambios son inevitables, pero las sociedades que mejor conozcan su medio van a poder adaptase mejor a los nuevos escenarios. 

- Además de las mediciones superficiales, junto a equipos internacionales de Brasil, Alemania y Estados Unidos fueron los primeros en medir la tendencia del calentamiento del agua a grandes profundidades en la Cuenca Argentina. ¿Qué datos se encontraron al avanzar más allá de la superficie?

- La Cuenca Argentina es una de las que se está calentando más rápidamente y hay un cambio en el patrón de corrientes. Nosotros disponemos desde 2009 de observaciones profundas que, en la ciencia argentina, son registros únicos que muestran un calentamiento a casi 5 mil metros de profundidad. Es un calentamiento más débil que en la superficie, pero el problema es que es el reservorio de calor más importante que tiene el planeta. El dióxido de carbono en la atmósfera hace que el sistema se caliente y esa energía en exceso está almacenada en el océano y se manifiesta en su calentamiento. Pero estas son aguas profundas que hace cientos de años no tienen información sobre lo que sucede en la atmósfera, lo que significa que el volumen completo del océano responde a estos cambios. Ahora tenemos que determinar las causas, pero para entender el clima hay que mirarlo durante un largo período del tiempo.

- Hace mucho que se escucha sobre los daños de los plásticos en los océanos. Sin embargo, usted y otros investigadores advierten sobre los efectos que pueden tener en la biodiversidad de los mares otros materiales, incluso biodegradables. ¿Podría abundar?

- Tratamos de alertar sobre puntos de investigación que requieren un mayor esfuerzo. Por ejemplo, el litio es uno de los elementos que en este momento cobra enorme importancia porque las baterías modernas son en base a este mineral. El problema es que dentro de un tiempo estos desechos serán masivos. En India se producen millones y millones de dispositivos por año, cada uno con una batería a litio y habrá que prepararse para que todo eso se convierta en desecho. Otro punto que señalamos son los incendios forestales que están aumentando. En Australia llegan a durar meses y cuando las partículas ocupan la superficie del mar o llueven sobre las guas, alteran la química marina. Es necesario entender en detalle las alteraciones químicas en el ecosistema. 

- ¿Cómo este proceso, que ya comenzó a suceder en los mares, puede mirarse y abordarse responsablemente?

- Hay consecuencias que no son evitables. No vamos a evitar el calor que el mar ya tiene porque en eso no hay vuelta atrás. El nivel del mar va a seguir aumentando producto de ese exceso de calor y el derretimiento de los hielos. Es importante crear conciencia de que estamos en un sistema frágil y no hay mejor beneficio para el futuro que cuidarlo. El mar es el 70% del planeta, es nuestro clima a largo plazo. Nuestro futuro como sociedad y el del planeta dependerán de que podamos usarlo de manera sustentable y sepamos que es importante cuidarlo. Para eso, hay que pensar la manera sustentable de extraer petróleo o gas o hacer minería oceánica con extremo cuidado. Y si no se puede hacer de ese modo, será mejor no hacerlo. 

- ¿Qué significa esta distinción en un momento como el actual, donde el sistema científico y las Universidades nacionales -donde usted además es docente- dan pelea por el financiamiento, casi por la subsistencia? 

- Por supuesto es un halago, pero además una oportunidad para dar visibilidad a las ciencias del mar. Una disciplina poco desarrollada en Argentina, pese a que necesita tener ciencias de mar sólidas y modernas. Y este es un momento particularmente triste porque el problema central de la financiación es que, cuando se limita sensiblemente, el impacto se sufre a largo plazo y no se recupera en forma inmediata. Demanda una cantidad tiempo enorme formar a jóvenes profesionales y científicos, más de diez años.

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