El legado de Francisco
El Papa que llamó a repensar el crecimiento en clave humana y sostenible
El día de la muerte del Papa Francisco, un repaso por algunos puntos de Laudato Si, la Encíclica donde el pontífice argentino cuestiona el impacto ambiental del desarrollo
En mayo de 2015, el Papa Francisco – el argentino Jorge Bergoglio – instalaba con fuerza y contundencia en la agenda global la necesidad de pensar el crecimiento con sostenibilidad. El máximo exponente de la iglesia católica que hoy falleció a los 88 años en Roma, dejó un legado claro, que al mismo tiempo recogió escritos de sus antecesores, en la Encíclica Laudato Si, en la que hacía una dura advertencia sobre la necesidad de cuidar “la casa común”, el planeta.
La Encíclica de seis capítulos que abreva en conocimientos científicos y la tradición cristiana, tiene varias referencias al compromiso que deben asumir las empresas y los estados por un desarrollo armonioso con el ambiente y cómo la falta de acciones en ese sentido afectan a las poblaciones más pobres y profundizan la desigualdad en el mundo.
“Siempre hay que recordar que «la protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente»”, reflexionó el Papa Francisco citando al Concejo Pontificio Justicia y Paz, compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
También expresó que “conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven sólo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos”. Por eso dijo: “¿Es realista esperar que quien se obsesiona por el máximo beneficio se detenga a pensar en los efectos ambientales que dejará a las próximas generaciones? Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los ecosistemas, que pueden ser gravemente alterados por la intervención humana”.
Además, “cuando se habla de biodiversidad, a lo sumo se piensa en ella como un depósito de recursos económicos que podría ser explotado, pero no se considera seriamente el valor real de las cosas, su significado para las personas y las culturas, los intereses y necesidades de los pobres”, explicaba en Laudato Si.
El Papa Francisco advertía en esa Encíclica que “cuando se plantean estas cuestiones, algunos reaccionan acusando a los demás de pretender detener irracionalmente el progreso y el desarrollo humano. Pero tenemos que convencernos de que desacelerar un determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de progreso y desarrollo. Los esfuerzos para un uso sostenible de los recursos naturales no son un gasto inútil, sino una inversión que podrá ofrecer otros beneficios económicos a medio plazo”, señaló.
“Si no tenemos estrechez de miras, podemos descubrir que la diversificación de una producción más innovativa y con menor impacto ambiental, puede ser muy rentable. Se trata de abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos”, agregó en Laudato Si.
Así daba como ejemplo que “un camino de desarrollo productivo más creativo y mejor orientado podría corregir el hecho de que haya una inversión tecnológica excesiva para el consumo y poca para resolver problemas pendientes de la humanidad; podría generar formas inteligentes y rentables de reutilización, refuncionalización y reciclado; podría mejorar la eficiencia energética de las ciudades. La diversificación productiva da amplísimas posibilidades a la inteligencia humana para crear e innovar, a la vez que protege el ambiente y crea más fuentes de trabajo. Esta sería una creatividad capaz de hacer florecer nuevamente la nobleza del ser humano, porque es más digno usar la inteligencia, con audacia y responsabilidad, para encontrar formas de desarrollo sostenible y equitativo, en el marco de una noción más amplia de lo que es la calidad de vida. En cambio, es más indigno, superficial y menos creativo insistir en crear formas de expolio de la naturaleza sólo para ofrecer nuevas posibilidades de consumo y de rédito inmediato”.

“Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global»”, decía parafraseando a Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009).
Esto “implica reflexionar responsablemente «sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones»”, agregó.
Redefinir el progreso
“No basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso”.
Muy crítico, el Pontífice señalaba que “el discurso del crecimiento sostenible suele convertirse en un recurso diversivo y exculpatorio que absorbe valores del discurso ecologista dentro de la lógica de las finanzas y de la tecnocracia, y la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele reducirse a una serie de acciones de marketing e imagen”.
Y por lo tanto, indicaba que “sólo podría considerarse ético un comportamiento en el cual «los costes económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones»”, citando nuevamente a Benedicto XVI.
En una Encíclica en la que utilizó términos como la “conversión ecológica” y finalizó con una oración por “nuestra tierra”, el Papa latinoamericano tierra llamó a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común. Y cuestionó el rol de las cumbres mundiales sobre el clima que “en los últimos años no respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión política, no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos y eficaces”, dijo en esa Encíclica que será parte de su legado.