Le sacaron el jugo
Únicos en el país en hacer bioplásticos con desechos de cítricos
Son de Tandil y empezaron con un proyecto escolar que trascendió y lleva cuatro años de crecimiento ininterrumpido y una apuesta fuerte para el 2025 ¿De qué se trata?
Por: Florencia Boeri mail
Valentín Frávoli y Alejandro Unchalo son oriundos de la ciudad de Tandil, fueron compañeros de escuela y desde que terminaron los estudios obligatorios, además de amigos, son socios. Juntos fundaron y dieron forma a CitricPlas, un emprendimiento que aprovecha el residuo de los cítricos para crear bioplásticos.
En el laboratorio que hoy tienen montado en el quincho de la casa de Valentín, producen placas de bioplástico con las que fabrican bolsas para guardar semillas, fertilizantes y otros productos agroindustriales. La característica principal del producto que crearon es que en contacto con la tierra tarda sólo entre 10 y 15 días en degradarse.
“Ofrecemos una bolsa plástica que se degrada por completo, no contamina, aporta nutrientes al suelo y sirve como abono orgánico”, afirma Frávoli en diálogo exclusivo con Ecobiz.
En términos de costos explica que es imposible competir con la bolsa de plástico convencional, la cual tarda miles de años en degradarse e incluso no lo hace completamente. “Lo que buscamos comunicar es que nosotros ofrecemos un plástico apenas más caro y con un claro valor agregado”.
Actualmente sus clientes son pequeños productores de semillas de Tandil. Se dedican a la venta en pequeña escala debido a que su capacidad de producción es limitada: un obstáculo que planean sortear este año.
Un año con más escala
En 2024 la producción de CitricPlas fue de entre 20 y 30 kilos de cáscaras de cítricos por semana, materia prima con la que obtienen 200 placas de 40 x 40 centímetros de bioplástico que pliegan y sellan.
Los residuos, que aprovechan al 100%, se los provee un restaurante de la zona. Pero para el 2025 hay otros planes.

La aspiración del equipo es pasar a producir más de 500 kilos por semana, para lo que van a necesitar un espacio más grande y maquinarias más específicas. “Estamos trabajando para mudarnos a otro lugar y ampliar la producción”, adelanta Valentín.
Para ello están analizando si hacer una prueba piloto en Tandil o mudar la producción a Concordia, Entre Ríos, donde una fábrica citrícola les ofreció desarrollar su producción y aprovechar así los desechos de cáscara de naranja. “Una posibilidad es levantar nuestra empresa en donde está la materia prima”, confiesa el emprendedor.
Prueba y error a cuatro manos
¿Por qué cítricos? Luego de investigar descubrieron que los cítricos tenían más contenido en pectina, un aglutinante que necesitaban para la fabricación del plástico.
Los cítricos poseen alrededor de 35% de pectina, mientras las otras frutas como las manzanas con las que comenzaron las pruebas, tenían sólo entre un 5% y un 7%.
Habiendo pasado unos 4 años de esa instancia, actualmente están buscando mejorar la elasticidad, resistencia a la humedad y propiedades para optimizar la calidad de sus bolsas, sin descuidar su capacidad de degradación.
Otra tarea a la que están abocados es a analizar la transmisión de olor, color o sabor que pueda llegar a emanar el producto. “A partir de esos resultados y de la mejora de ese aspecto, apuntamos a ampliar el mercado a la industria alimenticia, a todo lo que es empaquetado de alimentos: una industria supergrande y en la que prima el empaquetado en plástico de un solo uso”, analiza Frávoli .
A su vez, para un futuro un poco más lejano, relata que aspiran a involucrarse en la industria farmacéutica, creando otro tipo de empaquetados más rígidos útiles para blisters de pastillas. Sin embargo, esa es una búsqueda más larga y compleja.
La historia
La iniciativa nació en la Escuela Técnica Felipe Senillosa de la localidad de Tandil. Valentín asegura que el proyecto “los movió por dentro”, por eso no les fue difícil tomar la decisión de intentar que trascienda el ámbito escolar pese a las responsabilidad de cada uno.

Alejandro tiene un almacén y una panadería de las que se ocupa, mientras que Valentín estudia Diagnóstico y Gestión Ambiental en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen). “Ale y yo teníamos la misma convicción de que podía darnos frutos en un futuro y decidimos seguirlo”, relata.
A CitricPlas le dedican todo el tiempo del que disponen entre trabajo y Facultad respectivamente. “Nos estamos abocando mucho a la investigación, a las pruebas, a tratar de mejorar el producto”, afirma. Además, ya tienen un mecanismo planeado para cuando estén en condiciones de dar el salto en la producción.
Respecto al análisis de costos lo tienen analizado desde que el proyecto estaba en el ámbito escolar. “Un problema del plástico biodegradable en general es que, por los costos, es difícil llevarlo a gran escala, pero por suerte nosotros ya hemos abordado ese tema y estamos bien”, comparte.
Además de buscar escalar su emprendimiento entre sus responsabilidades, Alejandro y Valentín dan charlas en escuelas, motivando a los estudiantes a seguir el camino de la exploración y el compromiso ambiental.