Ladrar en verde
Visten a las mascostas sin dejar huella y arman un negocio de triple impacto
Con materiales reciclados y un diseño atractivo desarrollaron un negocio poco explorado. Elaboran productos veganos y cruelty free. Aquí, su historia
Por: Juan Ignacio Paur mail
En plena pandemia, Raúl Márquez y Victoria Varga, identificaron un nicho poco explorado en el mercado nacional: productos de diseño sustentable para mascotas, libres de crueldad animal (cruelty free) y con carácter distintivo. Así en un momento bisagra para la humanidad, nació Bark in Green en el año 2020 en la ciudad de Santa Fe, una empresa que fabrica desde collares, correas y arneses hasta abrigos, capas de lluvia y accesorios para perros y gatos en una propuesta que combina funcionalidad, creatividad visual junto al compromiso ambiental.
A pesar de las complicaciones de aquel año, comenzaron a darle forma al proyecto desde la ciudad capital de la provincia de Santa Fe, estableciendo los primeros espacios de trabajo, plataformas digitales y construyendo una red de clientes para ventas mayoristas y minoristas.
“Desde el principio vimos que existía un faltante muy grande: un mercado de productos de mascotas responsables con el medio ambiente que también fueran atractivos y de diseño”, comenta Márquez. Gran parte de los materiales proviene de la Unión Europea, donde los estándares de sostenibilidad están más desarrollados, y se combina con producción local para mantener control y trazabilidad.
Arte sustentable para mascotas
Bark in Green fusiona innovación estética, creatividad funcional y conciencia ambiental en cada producto para mascotas. Todos sus artículos son sostenibles, veganos y libres de crueldad animal, desarrollados bajo la filosofía Zero Waste, que minimiza residuos y optimiza cada etapa de producción.

“Cada material que elegimos debe cumplir con estándares de sostenibilidad, pero también aportar al concepto estético y la funcionalidad del producto”, explica Márquez.
Aproximadamente entre un 70% y 80% de los insumos que utilizan para la producción de sus productos proviene de la Unión Europea, como los herrajes de la República Checa, que cumplen criterios de alta sostenibilidad y rendimiento, mientras que otros componentes se producen localmente en Buenos Aires o con pequeñas empresas de Esperanza, reutilizando materiales reciclados o recuperados.
Además, la empresa integra técnicas de serigrafía sustentables que incluyen sublimación con tintas de impacto cero, de manera armónica en sus diseños.
La impronta de Bark in Green se refleja también en sus colaboraciones internacionales: una colección inspirada en Londres fue desarrollada por una artista filipina, mientras que otras piezas surgen de la creatividad de artistas de Hungría, Santa Fe y diversas localidades argentinas. “Queremos que cada diseño cuente una historia y aporte valor visual y funcional, además de sustentable”, agrega Márquez.

Sus colecciones incluyen productos para pasear, vestir, viajar y para el hogar, tanto para perros como para gatos. Un ejemplo es el Collar Circular, elaborado con materiales recuperados de la industria automotriz, transformando desechos que habrían contaminado en un accesorio funcional, refinado y duradero.
Cada producto “refleja responsabilidad ambiental, calidad y un concepto estético innovador que conecta culturas locales con globales”, señala el empresario.
Talleres con compromiso local
Para reducir la huella logística y mantener un control cercano de la producción, Bark in Green concentra gran parte de su elaboración en la ciudad de Santa Fe, combinando cooperativas de mayor escala con talleres familiares donde una o dos personas participan en todo el proceso. Esta estructura permite optimizar la logística, mantener altos estándares de calidad y fomentar la economía local.
El taller cooperativo más destacado, Las Arcas, ubicado en el barrio Los Hornos (ciudad de Santa Fe), va más allá de la producción: “No solo producen para nosotros, sino que buscan generar un impacto positivo en la comunidad. Enseñan habilidades de costura a jóvenes y nos apoyan en piezas más complejas, creando un vínculo donde todos ganamos”, explica Márquez.
Los fondos generados financian actividades educativas y recursos para los jóvenes del barrio.
Además, Bark in Green colabora con cinco talleres familiares adicionales, pequeños emprendimientos que elaboran componentes específicos de las colecciones. Esta red asegura contacto directo con los artesanos y transmite la filosofía de la empresa a cada pieza.

Así se consolida el modelo ESG, es decir, la sostenibilidad no solo está en los materiales, el producto final, sino también en las personas y comunidades que participan en la producción. Se trata de un modelo que busca, de esta manera, diseño, responsabilidad social y cuidado de las mascotas.
Creciendo con conciencia
La empresa comercializa sus productos de manera directa, a nivel nacional e internacional, con su principal centro de distribución en Buenos Aires y presencia en diversos puntos del país. La empresa también logró concretar ventas en Barcelona y Estados Unidos. “Nuestro enfoque siempre ha sido la venta directa a comercios y, cada vez más, a través del sitio web, para mantener cercanía con el cliente y controlar la trazabilidad de los productos”, comenta Márquez.
Esto es así porque según definió, los compradores son “clientes conscientes y exigentes”, es decir, que buscan productos responsables con el medio ambiente, atractivos y funcionales para sus mascotas, y valoran tanto la estética de collares, correas o mats de viaje como la historia y el compromiso social detrás de cada pieza.
De cara al futuro, Bark in Green enfrenta el desafío de aumentar la capacidad productiva sin perder su filosofía, mantener equipos alineados con los valores de sostenibilidad y consolidar su presencia en nuevos mercados. “Nuestra meta es crecer manteniendo la identidad del proyecto, asegurando la misma calidad y conciencia ambiental mientras exploramos nuevas oportunidades”, afirma Márquez, quien adelantó que siguen con proyectos de expansión de la mano de la innovación y la sostenibilidad.



