Campo
20.01.2025

Agricultura y ambiente

Donde la siembra directa pisa, la huella se borra

Aapresid presentó su último informe técnico, realizado junto a plataforma Puma, en el que destaca las ventajas de este tipo de labranza y su contribución a reducir emisiones de GEI

Por: Sandra Cicaré mail

La rotación de cultivos, la optimización en el uso de insumos y la adopción de tecnologías más sostenibles le están dando al campo argentino oportunidades únicas y cuantificables para reducir la huella de carbono, que en el sector se mide en términos de balance ya que la agricultura es una actividad que por un lado capta este elemento en el suelo, pero al mismo tiempo, lo emite mediante las distintas prácticas.

Así quedó reflejado en el informe técnico elaborado por la Asociación de Productores en Siembra Directa (Aapresid) denominado “Huella de carbono en sistemas productivos bajo siembra directa”, que tiene en su interior conformada la Red de Carbono, que nació para dar respuestas técnicas y desarrollar conocimiento sobre este tema en diferentes regiones del país, en un trabajo conjunto con la plataforma Puma que permite realizar el cálculo de la huella.

“Los productores de Aapresid presentan valores de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) significativamente menores, tanto por hectárea como por tonelada de producto producido en comparación con el promedio nacional”, concluyó el relevamiento luego de una medición en 31 establecimientos productivos ubicados en nueve zonas agroecológicas contrastantes como NEA Oeste, centro norte de Córdoba, Sur de Córdoba, Santa Fe centro, Núcleo norte, Centro de Buenos Aires, Sudoeste de Buenos Aires y sur de La Pampa, sudeste de Buenos Aires y San Luis.

Para dimensionar el objeto de estudio, la superficie promedio en las tres campañas analizadas, en términos de cultivos observados se concentra principalmente en soja de primera (11.563 ha) y maíz (9.292 ha), seguida por trigo (5.331 ha), soja de 2da (5.299 ha) y los cultivos de servicio de gramíneas y leguminosas (más de 5.000 ha).

El relevamiento muestra que las prácticas agrícolas ya implementadas por los productores de Aapresid entre las que se encuentran la rotación o el uso de tecnologías de precisión “juegan un papel clave en la reducción de las emisiones de GEI frente a las prácticas agrícolas más convencionales”, indicó el relevamiento.

El estudio hace un análisis pormenorizado por un lado, sobre el balance de carbono de los suelos - medida que evalúa la cantidad neta de carbono que se almacena, libera o se mantiene en el suelo a lo largo del tiempo y de las campañas- y por otro, sobre la contribución que realiza cada factor a la emisión total por cultivo y por zona determinada.

A priori, detalla que las fuentes de emisiones en la agricultura están centradas en: residuos por cosecha, por fertilizantes sintéticos, por quema de combustibles, por producción de insumos, semillas y combustibles, por electricidad consumida y absorciones por balance de carbono en suelos.

Esto depende también de cada cultivo y de cada zona. El estudio muestra que, por ejemplo, en el caso de las gramíneas, el factor que más contribuye a la emisión total son los residuos de cosecha, seguido luego por la fertilización. En cambio, en el girasol la primera fuente es la producción de insumos, seguido por los combustibles.

En el caso del maíz, la fertilización y la producción de fertilizantes son los principales factores de emisión.

En el caso de la soja de primera, lideran las emisiones la producción de insumos y los residuos de la cosecha, y en el trigo, la fertilización, seguido por productos fertilizantes.

“En los cultivos de gramíneas como maíz, trigo y sorgo, los ajustes para reducir las emisiones de GEI deben centrarse en los factores relacionados directamente con la producción y el uso de fertilizantes nitrogenados, mientras que en cultivos de leguminosas como la soja y el girasol, las modificaciones para reducir las emisiones deben enfocarse en las actividades de producción y aplicación de insumos fitosanitarios (herbicidas, fungicidas e insecticidas), así como en la quema de combustible fósil derivada del tránsito de maquinaria en estas actividades”, indicó el informe.

El relevamiento de Aapresid detalla que “las emisiones totales por hectárea para todos los cultivos analizados varían de 70 a 3910 kg de CO2 equivalente por hectárea, con un promedio de 814 kgCO2e/ha para las 39.000 hectáreas totales”.

En tanto, “las emisiones totales por tonelada de producto producido de los cultivos de renta analizados oscilan entre 30 y 9.893 kgCO₂e/tn, siendo el promedio de 377 kgCO₂e/ha para aproximadamente 1.590 toneladas de grano”.

Aunque el informe resalta que las prácticas implementadas por los productores de Aapresid los deja mejor posicionados frente a quienes implementan prácticas de manejo convencional, también hace algunas advertencias.

“Sigue siendo fundamental comenzar a implementar estrategias adicionales, como el manejo integrado de plagas y la fertilización variable”, indicó el relevamiento. 

También sugirió “la incorporación de fertilizantes sólidos nitrogenados al suelo”, ya que “es particularmente importante porque mejora su eficiencia y reduce las pérdidas por volatilización, contribuyendo a una utilización más responsable de estos insumos”.

Por otra parte, “la aplicación de insumos (herbicidas, insecticidas y fungicidas) mediante drones resulta muy interesante cuando el objetivo es disminuir el impacto ambiental de las actividades agrícolas, ya que permite una aplicación más precisa y controlada, reduciendo el uso excesivo de productos y minimizando los riesgos de contaminación”, sugirió el informe de Aapresid.

Para llegar al equilibrio

Respecto al balance de Carbono Orgánico de Suelos (COS), el informe de Aapresid - tras analizar los distintos planteos productivos implementados por los productores- concluyó que “los sistemas que priorizan la rotación e intensificación de cultivos, la diversificación y la cobertura continua del suelo contribuyen significativamente a la mejora del balance de carbono”.

Según planteó, “estas prácticas no solo ayudan a reducir la erosión sino que también favorecen la acumulación de materia orgánica, lo que incrementa el secuestro del carbono orgánico en el suelo”.

Además, “el uso de cultivos de servicio que al descomponerse aportan carbono al suelo  en forma de biomasa, contribuyen a mejorar su estructura y salud a largo plazo”.

Entre los beneficios adicionales derivados de estas prácticas “se encuentran una mayor retención hídrica, una mejor disponibilidad de nutrientes, mejoras en la textura del suelo y una mayor resiliencia frente a condiciones climáticas adversas”, detalló el informe técnico

En contraposición, “las prácticas de monocultivo continuo tienden a producir un agotamiento de los nutrientes del suelo y una menor capacidad de retención de carbono, afectando negativamente su salud a largo plazo”, concluyeron los especialistas de la Red de Carbono y plataforma Puma que elaboraron este relevamiento. 

arrow_upward