Nuevas reglas
La soja cambia de traje: ¿Qué hay de nuevo?
Referentes de dos grandes compañías como Louis Dreyfus y Cofco analizan el nuevo mercado, marcado por exigencias de prácticas sostenibles, trazabilidad. El rol del productor
Por: Sandra Cicaré mail
La sustentabilidad es una oportunidad de mercado y eso ya no lo discuten ni siquiera los grandes productores y exportadores de commodities como la soja, que junto a su cadena de valor, representa uno de los principales ingresos de divisas para la Argentina.
“¿Qué puede exigir la demanda en la próxima campaña y qué deberían hacer los productores para estar preparados y aprovechar las oportunidades que se presenten?”, fue la pregunta que disparó Agustin Vitta, gerente comercial de Grobocopatel Hnos SA, uno de los grandes jugadores del negocio agrícola en Argentina durante una charla sobre "Sustentabilidad y Certificaciones" de la que participaron Marcos Uranga, a cargo del área de sustentabilidad y originación de la multinacional Louis Dreyfus Company (LDC) y Maximiliano Mainardi, del sector de originación del gigante chino Cofco.
Allí, los ejecutivos de dos de los principales grupos agroexportadores fueron contundentes al señalar que más allá de compartir o no la conveniencia de encarar procesos de producción sustentables, los productores ya no pueden esquivar una tendencia que se impone en el mundo y que está traccionada por la industria que les demanda sus granos, la cual a su vez está llamada a responder a un nuevo comportamiento de los consumidores a nivel global.
A su vez, consideraron que si se asume este cambio de paradigma, la Argentina ya puede arrancar con ventajas. “En la última cosecha del total del área sembrada solo 60 mil hectáreas tienen deforestación posterior al 2020”, explicó Uranga al referirse a las normas que impone la Unión Europea en este aspecto (EUDR). En el país se sembraron casi 17 millones de hectáreas en el último ciclo. “Si entre todos logramos registrarnos para que toda soja común sea bajo las normas EUDR no vamos a tener que segregar y eso representa una gran ventaja competitiva para que el país pueda seguir exportando harina y soja a Europa”, detalló.
Sin embargo, esta coyuntura es una tendencia que vino para quedase. “En el mundo se pone cada vez más atención al cambio climático y la deforestación y este fenómeno en Argentina lo sentimos durante las últimas tres sequías y el fuego en la Mesopotamia, situaciones que nos ponen en alerta y frente a las que tenemos que tomar acciones”, dijo Uranga, pero también “hay cada vez más regulaciones internacionales , como el Pacto Verde, el convenio de París y el consumidor, que está buscando cada vez más productos sustentables”, agregó.
Pero además planteó que “hay cada vez más compromisos corporativos para que las cadenas de suministros sean libres de deforestación y adopten buenas prácticas agrícolas, sumadas a los crecientes requisitos del sector financiero”.
El rol del productor
Con semejante cambio de paradigma, toda la cadena está obligada a asumir nuevos roles, esencialmente el primer eslabón que es la producción primaria. “Necesitamos que los productores que nos proveen la soja, el trigo o el maíz que exportamos sean parte de una cadena libre de deforestación y conversión”, planteó el referente de LDC para empezar a contestar el interrogante.
Aguas abajo, las compañías agroexportadoras ya están comprometidas a bajar las emisiones para el año 2030 en los tres alcances. “En nuestro caso el alcance uno remite al crushing y al acopio o logística en los puertos”, dijo y planteó que el compromiso es reducir las emisiones de CO2 equivalente en un 30,6% en ese año.
“Es una gran ventaja competitiva que Argentina en la última cosecha sólo tenga 60 mil hectáreas que no son libres de deforestación"
En cuanto al alcance dos, que está vinculado a la energía utilizada, explicó que en la planta de LDC en Timbúes - la más grande del grupo - utilizan un 50% de energía eólica.
“Desde 2010 en adelante cada vez hay más normas que regulan y llevan a la descommoditización del agro”, sintetizó Uranga en referencia las certificaciones 2VSVS de la Unión Europea y EPA de Estados Unidos. Ambas regulan la producción sustentable de soja.
Mainardi reconoció que “el mercado no estaba acostumbrado a que los commodities tengan segregación y la industria fue instalada para manejar grandes volúmenes, en grandes celdas de almacenamiento para, a través de la rotación, aprovechar los márgenes”.
Sin embargo, “hoy eso cambió y se está pidiendo diferenciación”, agregó. Algo que surgió con los biocombustibles y sobre todo a partir de la normativa europea.
Las exigencias de 2VSVS y EPA para el mercado de biocombustibles “empiezan a avanzar hacia otros segmentos, como la harina de soja, que es el principal producto de exportación de Argentina”, alertó el ejecutivo de Cofco, quien además recordó que según los últimos datos oficiales el 83% del biodiesel que vende al exterior el país tiene como destino tanto Europa como Estados Unidos, justamente los gestores de estas certificaciones.

Ambas razones son más que suficientes para que el productor argentino deje de mirar para otro lado en materia de producción sustentable y trazable. “Empezamos a encontrar que uno de nuestros principales compradores empieza a pedir requisitos de sustentabilidad”, agregó Mainardi al señalar que luego del sudeste asiático - a donde el país exporta el 34,6% de la harina de soja - se ubica la Unión Europea como segundo destino con el 28,8%.
En ese punto llamó a la reflexión, y explicó que en la UE la normativa Renewable Energy Directive es la que establece los requisitos de sustentabilidad que tiene tener soja que es materia prima de la industria. En Estados Unidos hay una similar denominada Renewable Fuel Standard. “Como procesadores nosotros tenemos que cumplir con esa norma”, dijo el ejecutivo de Cofco y lo hacen de la misma manera que con 2BSVS. “Todos los productores en algún momento del año saben que aparece la prima de la soja sustentable que es para el procesamiento de soja para biocombustible con destino a UE”, explicó.
“Desde 2010 en adelante cada vez hay más normas que regulan y llevan a la descommoditización del agro”
Ponerse a tono con esto es sencillo para el productor, dijo y explicó que se hace un chequeo satelital del campo y se ve que no haya deforestación ni conversión desde el 1° de enero 2008. “Es simple para el productor porque presenta una declaración jurada y con análisis satelitales esa soja se puede comerciar como 2BSVS”, detalló.
Respecto de la EUDR “es más laxo el requisito que para los biocombustibles porque se pide la geolocalización del establecimiento productivo, se presentan las coordenadas del campo y la evidencia de no deforestación con fecha de corte al 30 de diciembre de 2020”, explicó.
La Argentina no sólo corre con viento a favor porque ya cuenta con buena superficie libre de deforestación sino porque además tiene armado un sistema de trazabilidad, por ejemplo a través de la carta de porte, que otros países como Uruguay en similares condiciones no posee. Pero además, la industria creó la plataforma Visec para garantizar el proceso de la producción al puerto.
“Hoy Europa importa entre 28 o 30 millones de toneladas de soja equivalente como harina o poroto en forma anual y el país que mejor está organizado para eso es Argentina”, dijo Uranga, al señalar que Brasil por su logística tiene un esquema más complicado ya que comparte polígonos en puertos y Paraguay tiene una segregación más compleja porque tiene que ir del acopio al puerto por barcazas que luego hacen trasbordos.
“Esto deja de ser un mercado de commodities para ser uno de un producto particular”, dijo Mainardi en coincidencia con Uranga. Y al productor “le permitirá capturar mejores márgenes en un momento de la industria a nivel internacional donde los precios están a la baja”, concluyó.