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02.12.2025

Empresas

"Los criterios ESG ya no son voluntarios, hoy determinan la competitividad"

Rodolfo de Felipe, presidente de Lide Argentina, sostiene que la sostenibilidad ya no puede abordarse como un capítulo accesorio de la comunicación corporativa

Por: Gabriela Arias mail

Durante los últimos años, el protagonismo de la sostenibilidad dio un giro estratégico dentro de las organizaciones. “La era de hacer RSE terminó, hoy son tiempos de Conducta Empresarial Responsable”, advierte el presidente de Lide Argentina, Rodolfo de Felipe, entidad que reúne a líderes empresariales y CEOs de distintas compañías en Argentina.

Para el dirigente, integrar el impacto ambiental, social y de gobernanza en el corazón del negocio dejó de ser un gesto reputacional para convertirse en un factor de supervivencia. “ESG dejó de ser voluntarismo y se convirtió en un determinante de competitividad. Las empresas líderes saben que solo vale la estrategia que incorpora el impacto como condición de supervivencia, no como gesto simpático”, indica.

En ese camino, remarca que la transformación es profunda y requiere un cambio de mentalidad en la conducción. “El verdadero desafío es cultural. Sin liderazgo con perspectiva de largo plazo, ESG no funciona. Hay que dejar de mirar el Excel del mes y animarse a gobernar el impacto con la misma seriedad con la que se gobiernan los márgenes”. 

Este cambio, explica, redefine cómo se toman decisiones estratégicas, cómo se aborda la relación con los grupos de interés y cómo se construye reputación, especialmente ante las nuevas generaciones, que demandan propósito y coherencia en las organizaciones.

Agenda de competitividad

Desde Lide Argentina impulsan activamente este enfoque como parte de la agenda de competitividad. “Trabajamos para promover una forma de liderazgo que integra sostenibilidad, gobernanza y visión estratégica. Ya no hay margen para ‘proyectos bonitos’ ni para reportes cosméticos. Las compañías que juegan en ligas globales trabajan con datos duros, métricas auditadas y tableros que exigen resultados. Nada de cuentos”.

En cuanto a los sectores más avanzados, menciona a aquellos expuestos a estándares internacionales: energía, agroindustria, minería, bancos, tecnología, alimentos y consumo masivo. Allí se evidencia adopción acelerada de trazabilidad, economía circular, descarbonización y compromisos públicos auditables. 

Los más rezagados suelen depender de la demanda local y tener menor presión de mercados financieros o cadenas globales. “La diferencia se explica por la demanda externa y el acceso al capital”, puntualiza.

Reconoce que hay avances parciales en el marco normativo para impulsar esta agenda, pero señala que el país carece de una estructura integral que brinde señales claras. “Tenemos piezas sueltas, no un sistema. Las empresas que quieren hacer las cosas bien avanzan a pesar de la regulación y los controles, no gracias a ellos”, aclara. 

De Felipe propone estándares homogéneos de reporte, incentivos fiscales concretos, estabilidad normativa y un mercado de capitales que premie el desempeño ESG.

Finalmente, plantea una advertencia al empresariado: “Si todavía ves la sostenibilidad como un costo, estás leyendo mal el siglo XXI”. Cuando el ESG se integra al centro del modelo de negocio, dice, se inicia un ciclo virtuoso donde competir y generar impacto positivo dejan de ser caminos opuestos. Para De Felipe, la nueva forma de liderar se resume en una idea: “No se trata de hacer RSE, sino de gobernar el impacto como parte del legado y del liderazgo responsable”.
 

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