Más que cáscara
Industria manicera buscó ayudar a su pueblo y halló un negocio rentable
De residuo a energía limpia, el camino de una empresa cordobesa que resolvió una problemática que afectaba a toda una región
Por: Eugenia Langone mail
En General Cabrera, a 170 kilómetros de Córdoba, se cosechan cada año gran parte de las más de 720 mil toneladas de maní que se producen anualmente en la provincia mediterránea. La ciudad, de algo más de 14 mil habitantes, que tradicionalmente en los meses de invierno se vio amenazada por los incendios que provocaba la acumulación en los campos de los residuos de cáscaras de ese cultivo, dio pasos clave hacia la sustentabilidad de la mano de una gran empresa. Por un lado, instaló una central térmica que trabaja en base al residuo del cultivo y produce energía para 18 mil hogares y, de yapa, parte del sobrante de las cáscaras se transforman en bloques para la construcción.
La impulsora de la iniciativa fue Prodeman que es, es junto a otras del rubro, una de las principales productoras de maní del centro sur cordobés. Desde 1984, la compañía familiar produce, selecciona, acopia, procesa y exporta y, para eso, fundamenta sus políticas de sostenibilidad en estándares intencionales y sobre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) adoptados por la Asamblea General de Naciones Unidas de 2015.
Así, utilizar recursos indispensables con el menor impacto ambiental, garantizar la seguridad de sus 650 empleados, así como proveedores y la comunidad, la innovación tecnológica, el desarrollo de soluciones sostenibles y la promoción den ambiente saludable son sus ejes de trabajo.
Sin embargo, la solución del destino de los residuos fue uno de los principales desafíos de los últimos años. Tradicionalmente, las cáscaras del maní quedaba almacenadas sin control en pilas en los mismos campos, o bien se le pagaba a la gente para que las retirara, lo que provocaba fundamentalmente durante los meses de invierno y baja humedad, incendios que ponían en jaque a la población.

“Era un problema muy grande para nosotros y para toda la comunidad, porque ante cualquier chispa o temperatura inadecuada, ese residuo se prendía fuego rápidamente. Generaba muchos inconvenientes, ya que el humo llegaba a la ciudad e incluso se prendía fuego en campos cercanos”, explica sobre el problema Guillermo Chesta, jefe del Bomberos de General Cabrera.
A los riesgos para la comunidad, Chesta señala además “la gran carga de trabajo y un uso considerable de recursos materiales y humanos” que la situación significaba para el cuerpo de bomberos.
La reconversión en energía
Ante ese escenario y tras la puesta en marcha de un modelo de sostenibilidad en 2017, Prodeman encontró en la producción de energía una solución para el destino final de los residuos.
Para eso, se construyó una central térmica de generación de energía eléctrica que actualmente le permite aprovechar al máximo sus recursos disponibles. OC BIO, la nueva unidad de negocios que puso en marcha Prodeman, comenzó así a gestionar el principal residuo de su producción, transformando la cáscara de maní en biomasa primero y después en energía limpia.
Con unas 240 toneladas diarias de cáscara de maní, la central produce la energía suficiente para abastecer unos 18 mil hogares, algo más que la población de la propia ciudad.
Melina Cristofolini, responsable de Asuntos Públicos de la empresa, explica el proceso y señala que el residuo “ingresa a una caldera donde se quema, generando vapor que mueve la turbina, la cual a su vez alimenta un generador que produce la energía eléctrica, la cual se incorpora al Sistema Interconectado Nacional”.
Con ese proceso, la central gestiona tanto los residuos de la empresa como de otras industrias de la zona y alcanza la producción de 10 megavatios operando 24 horas al día, 330 días al año.
Adicionalmente, el proceso cierra su ciclo con un paso más: la producción de bioladrillos a partir de la cenizas que quedan como residuos de la producción de energía eléctrica.

Se trata de ladrillos macizos de 12 x 25 centímetros y 8 centímetros de espesor que están compuestos por cenizas provenientes de la quema de la cáscara que se producen en instalaciones propias. Allí, un equipo de dos personas trabajan con equipamiento brasileño que homogeneiza la mezcla de componentes, prensa y moldea los ladrillos.
“En menos de diez años, en las plantas de maní hemos logrado reducir en un 47% los residuos por kilo producido y aumentar en un 40% la tasa de reciclaje”, dice la responsable de Asuntos Públicos para dimensionar el impacto ambiental.
Con una mirada comunitaria, el jefe de Bomberos remarca la importancia de los cambios. “Para nosotros fue de mucha utilidad y la comunidad está mucho más tranquila, ya que ya no hay humo ni riesgos para los cultivos cercanos -dice-. Este tipo de acciones, es reconfortante, porque mejora la calidad de vida de todos, genera empleo y eso se nota claramente”.