Energías
01.10.2025

Economía circular

Con efluentes porcinos prenden la luz de 5.000 hogares

Comenzaron tratando residuos en lagunas y utilizándolos como fertilizantes. Dieron un paso más y ahora generan energía renovable

En Roque Pérez, provincia de Buenos Aires, la energía renovable sale de un criadero de cerdos y alimenta a 5.000 hogares. Esto es posible a partir del desarrollo de una planta de bioenergía que puso en marcha el criadero Pacuca, conocido por comercializar cortes frescos, fiambres y embutidos bajo la marca Cabaña Argentina, que genera 1 MW por hora de manera continua las 24 horas del día.

La planta, que demandó una inversión inicial cercana a los u$s 6 millones y se puso en funcionamiento en 2020, genera energía que se inyecta directamente al Sistema Interconectado Nacional, a partir de los residuos de un criadero porcino de gran escala. Se trata de una de las iniciativas pioneras de la Argentina en materia de energías limpias y economía circular bajo este método.

El establecimiento se nutre de los efluentes de unas 50.000 cabezas de ganado porcino en ciclo completo del criadero Pacuca. La empresa, que antes destinaba estos residuos a lagunas de tratamiento y luego al campo como fertilizante dio un salto de escala y decidió convertir los residuos en energía en forma directa. Así mediante un proceso de biodigestión se transforma el purín en biogás y, a partir de allí, en electricidad. 

“Lo más interesante de la planta es que desde un efluente que iba al campo, en el intermedio le estamos sacando energía que se inyecta en la red”, dijo Daniel Fenoglio, presidente de Pacuca Bioenergía SA.

El funcionamiento se basa en tres biodigestores que trabajan a temperatura controlada, alimentados por una mezcla de purín de cerdo, maíz picado y marlo molido. Esa combinación fue resultado de un proceso de aprendizaje. Los primeros años estuvieron marcados por ensayos y ajustes, hasta lograr la fórmula que permitió estabilizar la microbiota interna de los digestores y garantizar una producción constante. "Hoy tenemos una operación estable y producimos más de 8000 MW al año", señaló Fenoglio.

Beneficios ambientales y productivos

Además de electricidad, la planta genera beneficios ambientales y productivos. La fracción sólida que resulta de la separación posterior al biodigestor se composta y se utiliza como biofertilizante, mientras que la fracción líquida se distribuye en más de 300 hectáreas mediante sistemas de riego. "Esto permitió reducir el uso de fertilizantes inorgánicos y mejorar la calidad del suelo en la zona. El proceso evita, a su vez, la emisión de toneladas de gases de efecto invernadero que antes se liberaban al ambiente desde las lagunas de tratamiento. Ambientalmente creo que mejoramos al 100%, porque ahora evitamos emisiones y a la vez generamos energía y fertilizantes orgánicos", explicó el ejecutivo.

Daniel Fenoglio, presidente de Pacuca Bioenergía SA, dijo que la planta genera "beneficios ambientales y productivos".

La tecnología aplicada proviene de Alemania y España, con un diseño que permite la cogeneración de electricidad y calor. El excedente térmico se utiliza en parte para mantener la temperatura de los digestores y se evalúan alternativas para destinarlo a otros usos productivos, como calefacción de lechones en el criadero. Por otra parte, el motor central, de origen alemán, funciona con biogás de manera similar a un motor naval y garantiza la operación ininterrumpida. 

La planta cuenta además con certificaciones ambientales y es supervisada por el Ente Nacional Regulador de la Electricidad (Enre).

El negocio cierra porque la planta de bioenergía se sostiene a partir de un contrato a 20 años para la venta de energía a la red. Este esquema le otorga previsibilidad a la inversión y asegura la viabilidad del proyecto en el largo plazo.

“La experiencia demuestra que la bioenergía puede ser una alternativa competitiva, siempre que exista un marco regulatorio estable y financiamiento para afrontar la elevada inversión inicial”, apuntó Fenoglio.

El caso Pacuca forma parte de una tendencia que viene creciendo en Argentina, donde ya funcionan unas 20 plantas de biogás, con distintos orígenes de biomasa. La particularidad de la planta de Roque Pérez es su escala, la continuidad de la operación y el vínculo con una empresa porcina que integra producción animal, tratamiento de efluentes y generación de energía. De este modo, esta experiencia se convierte en un modelo replicable para otras cadenas agroindustriales.

El funcionamiento de Pacuca muestra además el potencial que tiene el biogás en la matriz energética nacional, que permite combinar sostenibilidad ambiental, aprovechamiento eficiente de residuos y aporte concreto de energía limpia a la red, que completa el círculo virtuoso de la economía circular.
 

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