Campo
11.06.2024

Agricultura y ambiente

El maíz argentino busca esquivar la huella

La producción maicera logra compensar las emisiones de CO2 con la caputura de carbono en el suelo mediante un buen manejo agronómico. El análisis de especialistas del sector público, privado y académico 

Por: Sandra Cicaré mail

“El maíz que se produce en Argentina tiene baja huella de carbono”. Con esta afirmación tan tajante como inapelable coincidieron referentes del sector productivo, investigadores de institutos públicos y funcionarios del área ambiental del país, quienes de este modo pusieron en cuestión la idea de que la agricultura es una de las responsables del deterioro ambiental. “Ahora falta contárselo al mundo”, agregaron los actores de la cadena.

A la hora de poner en vavlor estos atributos del cereal argentino y su cadena de valor, los especialistas consideraron clave mirar la película entera, tierra arriba y tierra abajo. Plantean no sólo enfocarse en las emisiones que genera la producción sino también en el aporte de materia orgánica y retención de agua a los suelos, lo que genera un equilibrio que positivo. 

“A las emisiones del cultivo hay que restarle la potencial captura vía raíces para construir un balance de emisión total”, planteó Inés Di Napoli, CEO y cofundadora de la plataforma Puma y quien desarrolló la primera calculadora de huella de Carbonos de Latinoamérica. 

Para la fundadora de la innovadora startup de monitoreo ambiental de la agroindustria, el maíz emite pero también secuestra gases de efecto invernadero si se encara un planteo agrícola profesional que incluya rotaciones. “El 75% de las raíces que se construyen tiene potencial secuestro de C”, dijo.

El cultivo, cereal forrajero por excelencia del modelo productivo argentino, enlaza una cadena de valor aguas abajo que incluye biomasa, etanol y producción de carne bovina y aviar, entre otras. Por eso, es clave la mitigación de la huella de carbono desde el propio grano para que eso derrame en los subproductos que forman parte de este eslabonamiento.

“La huella de carbono del maíz en Argentina es la más baja a nivel mundial”, reiteró Rodolfo Bongiovanni, quien coordina el programa de sistemas sostenibles en la Estación Experimental Manfredi del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), docente y con un doctorado en la Universidad estadounidense de Purdue.

Y para certificar sus dichos explicó que los estudios encarados por el organismo oficial que en Argentina la huella de carbono de la producción del cereal – medida en kilos de C02 por tonelada de grano equivalente- es un “61% inferior al valor promedio mundial”. Una balanza en la cual incluyó a los grandes jugadores globales de esta producción como Brasil, Estados Unidos, Ucrania, entre otros. Los números muestran que en Argentina se generan 178 kilos de C02 equivalente por tn. de maíz y 1.248 kilos por hectárea.

Allí el principal componente de la huella es “tanto la fabricación de un fertilizante como la urea, como su aplicación en el campo”, dijo, lo cual explica los dos tercios de ese impacto, mientras que, a diferencia de lo que se cree, “el consumo de combustible aporta solamente el 11% de impacto ambiental”, detalló.

Un factor determinante y sobre el cual puede actuar el productor en forma directa tiene que ver con el manejo. “Una mayor eficiencia en la producción de maíz genera menor impacto ambiental, y viceversa”, dijo.

Eso también se traslada a la cadena y en distintos estadios. Por caso, si se analiza la carne bovina, “cuando los animales son alimentados a pasturas la huella de C ronda entre los 12 kg y 18 kg de C02 equivalente por kilo de producto, mientras que, si se incluyen subproductos derivados del maíz como burlanda o silo, la huella es sensiblemente menor y los kilos bajan hasta los 9 kilos de C02 equivalente”, planteó Leticia Tuninetti analista de “Ciclo de vida” del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti) y especialista en ingeniería ambiental.

Esto se debe, argumentó, a que “el sistema digestivo del animal produce menos metano cuando consume granos por su mayor digestibilidad”, lo que lleva a diferencia que en números se traduce en una disminución de las emisiones de hasta 33%.

Los especialistas analizaron la huella de carbono del maíz en el Congreso Maizar 2024.

Cuando esta medición se traslada a la carne de pollo, cambia la lógica por la preponderancia del maíz en esa dieta animal. Un estudio realizado por Inti en 2021 donde se relevaron 12 empresas productoras de carne aviar que procesaban en conjunto el 46% de todo pollo del país, mostró que la huella de C  fue de 1,5 kg de C02 y 0,54 m3 de agua equivalente por kilo de carne. “Ahí se puede ver la alta influencia del maíz y cómo lo que ocurre aguas arriba de la cadena beneficia al resto de los eslabones”, aseveró Tuninetti.

Comparados con el resto del mundo, estos estándares son muy bajos. “Es inferior al mismo producto hecho en Brasil, Australia y algunos países de Europa”, detalló la investigadora. 

La huella de agua (H2O), otro de los estándares que se miden en este sector, es un 43% inferior en Argentina que en el resto de los países productores. La media global es de 0,77 m2 de agua por kg de pollo, contra la 0,54 m3. En este punto incide la disponibilidad del recurso, no solo su uso. 

En Argentina, la mayor producción avícola se da en la provincia de Entre Ríos, donde el recurso es abundante y por lo tanto, la huella es muy competitiva a nivel internacional. 

Esa mirada que fue expuesta en el panel “El maíz argentino y la huella ambiental, una historia que tenemos que contar”, durante el último congreso Maizar 2024 que reúne a la cadena maicera, no es sólo privada.

La subsecretaria de Ambiente de la Nación, Ana Lamas, planteó que “Argentina tiene una gran capacidad para lograr competitividad ambiental en sus producciones” y aseguró que sus productores son “proactivos y resilientes”. 

Además de la agricultura y la mitigación del cambio climático a través prácticas sostenibles de captura de C en el suelo, planteó el rol estratégico de acciones como los programas de biogás, el manejo de envases de fitosanitarios o de residuos rurales. También la producción de biocombustibles, una industria que sumó capacidad instalada y puja por ganar un espacio en la matriz productiva argentina.

Aunque el gobierno nacional de Javier Milei se mostró reactivo a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), la funcionaria planteó que “las producciones sostenibles que suman valor bajo criterios de protección ambiental, es indiscutida a nivel global” y “entenderlo es estratégico para el desarrollo económico”.

El dinero como motor

Primero medir y luego mostrar los resultados son los pasos previos para direccionar inversiones en acciones ambientalmente sustentables. “Tenemos que cuantificar el impacto de la Siembra Directa (SD) en Argentina, planteó Di Nápoli y explicó que aún Argentina aún no dimensiona, en el caso de los biocombustibles, el enorme volumen que estaría en condiciones de abastecer hacia la Unión Europea si puede demostrar las ventajas del maíz producido en forma sustentable. “Sabemos que tenemos productos con baja huella, pero nos falta contárselo al mundo”, indicó Tuninetti.

Sin embargo, para Bongiovanni la clave es preguntarse quién tracciona este cambio de paradigma alineados con los capítulos 12 y 13 de los ODS (orientados a producción y consumo responsable y acción climática, respectivamente). A su juicio, no son ni las barreras paraarancelarias, ni los precios diferenciales – aunque contribuyen – porque , “los últimos indicadores muestran que los consumidores que dicen querer pagar un precio diferencial al momento de hacerlo no están dispuestos”, dijo.

En cambio, “los kit drivers de la cadena son las instituciones financieras”, dijo y planteó que son los que “traccionan ese valor agregado ambiental”, es decir, para llegar a ser carbono neutrales a nivel empresa o país tiene que haber este apoyo que prestan dinero o invierten en productos o cadenas de valor que sean limpios, amigables con el ambiente y que provienen de un sistema de producción sustentable”. 

Frente a eso, la funcionaria de Ambiente sentenció: “El mundo va hacia esto, no intentemos mirar hacia otro lado”.
 

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